2 de julio de 2011

La estación de tren

¿Nunca han estado en una estación de tren sin saber adónde van? La verdad sí lo han estado, a menos que no estén vivos. Un minuto estás viajando tranquilamente en uno de los vagones y al siguiente tienes que cambiar de dirección hacia lo desconocido. 

En una estación siempre te encuentras con muchas personas, y te preguntas si pueden notar lo sola que estás o si se dan cuenta de que en realidad no tienes nada que hacer en ese lugar. Suele pasar que simplemente volteas y notas que te están mirando, y decides acercarte para hablar.

— Aquí puedes verme mejor.

— Sí, es decir, no quería incomodarte sólo me pareciste interesante.

— No suelo escuchar ese tipo de cosas muy seguido, ¿Esperas un tren?

— ¿Por qué lo dices, por las maletas o porque estoy en una estación?

— Por tu cara de impaciencia, tonto. ¿A qué hora te vas?

11:45 dijo él. Eran las 11:00 y lo que parecía otra mañana sin sentido se convirtió en algo agradable, no todos los días conoces a un tipo guapo que piense que eres interesante, así que lo invité a tomar un café antes de que se fuera y me quedara de nuevo a solas.

— ¿A qué te dedicas?

— Soy representante de ventas en una empresa. Por eso estoy aquí, debo ir a una reunión con algunos clientes importantes. ¿Y tú qué haces?

— Pues, ahora estoy tomando un café con un hombre cuya vida es mucho más interesante que la mía.

— Qué cómica. En serio quiero saber.

— Bueno, soy escritora. Es decir, intento escribir historias.

— Eso es más interesante de lo que crees, no lo menosprecies. Espero leer algún día un libro tuyo.

— Yo también lo espero, soñar no cuesta nada.

— No te des por vencida. No todos tienen la dicha de dedicarse a hacer algo que aman.

Así inició nuestra conversación. Los siguientes 40 minutos pasaron demasiado rápido como para preguntarle cosas realmente importantes, como qué color le gustaba, qué postre le gusta, qué piensa de la palabra utopía. Lo vi partir esperando volver a verlo cinco días después en la misma estación. Tomó sus maletas y subió en un tren rumbo a Italia, yo por mi parte terminé mi café y regresé a casa. Una copa de vino, un cigarrillo y mi máquina de escribir me acompañan mientras relato cómo me afectó el hecho de que dos trenes hayan colisionado hoy, a las 12 del mediodía, aunque no estuve entre las víctimas.

Simplemente me afectó el hecho de que en ese tren estuviese a bordo la única persona que me miró diferente en mucho tiempo, que le dio sentido a mis paseos sin rumbo alguno por la estación. Tal vez esto me pasa por haberme hecho tantas esperanzas, tal vez no era para mí...

Decidí hacer lo único que podía hacer además de llorar. Me senté, bebí un trago de vino y empecé a escribir "¿Nunca han estado en una estación de tren sin saber adónde van?..."

2 comentarios:

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